La
farmacéutica
Hubo una vez en Madrid
una farmacia muy concurrida.
En ella vendían
jarabe para la tos, pastillas para quitar el dolor, tiritas para los rasguños…
La farmacéutica
atendía amablemente a quienes acudían y les daba buenos consejos para conservar
su salud.
Un día su abuela la
llamó desde el pueblo y le dijo:
-Hija mía, ¿no tienes
nada para curarme?
-¿Qué te pasa
abuela?- preguntó la nieta.
La abuela se encontraba
triste porque los días eran grises y no había sol.
La farmacéutica buscó
en la botica pero no encontró ningún remedio útil. Luego buscó en el gran libro
de las medicinas y tampoco encontró nada. Hasta que un día oyó hablar de un
lugar lejano, muy lejano… donde los
días eran soleados y por las noches en el cielo lucían miles de estrellas.
Allí, algunos niños
nacían con un don: ¡El de llevar allí donde fueran la felicidad de su tierra!
Así que la
farmacéutica y su marido hicieron un largo viaje, en busca de ese don.
Y desde que la
anciana es bisabuela, los días son alegres y coloridos.
Los días están llenos
de felicidad.
Porque no hay mejor
medicina para la tristeza que la alegría de un niño feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario